La Gripe A, es un nombre aséptico para evitar el uso de "gripe mexicana" que contraría a las autoridades aztecas, o de "gripe porcina" que enfada a los grandes industriales de carne de cerdo. La productora de carne porcina más importante del mundo se llama "Smithfield Foods Inc.", es una multinacional que posee -a través de su Filial Mexicana Granjas Carroll- unos gigantescos criaderos de cerdos cerca de un pueblecito de tres mil habitantes, llamado La Gloria, perteneciente al Municipio de Perote, en el Estado Mexicano de Veracruz. Se reveló que esa compañía posee más de un millón de cerdos hacinados en unas doscientas porquerizas situadas en el entorno de La Gloria. Los habitantes locales se quejan de la hediondez y de las pésimas condiciones higiénicas de las cochiqueras, y se proponen denunciar el horror de los insalubres criaderos industriales de puercos y aportar pruebas de que la gripe A (H1N1), tuvo su origen en esas porquerizas de La Gloria desde donde se está propagando a todo el planeta. Aunque la empresa Smithfield Foods niega cualquier relación entre sus instalaciones y la aparición de un foco de nueva gripe a las puertas de sus granjas, un informe reciente de GRAIN parece confirmarlo. Los expertos de esta organización no gubernamental alertan de que el aumento en gran escala de zahúrdas industriales ha creado las condiciones perfectas para el surgimiento y dispersión de nuevas formas de gripe altamente virulentas. Tales criaderos constituyen bombas de relojería listas para desencadenar epidemias mundiales. Ya en 2006, unos investigadores del Instituto Nacional de Salud (NIH) de Estados Unidos habían declarado: "La alta concentración de enormes cantidades de animales apretujados en muy poco espacio facilita la rápida transmisión y mezcla de los virus". Tres años antes, en marzo de 2003, la revista Science había advertido de que la gripe porcina estaba evolucionando en fase rápida a causa del aumento del tamaño de los criaderos industriales y del uso generalizado de antibióticos y vacunas. Los virólogos alertaban precisamente a México y a Estados Unidos del peligroso cóctel vírico que estaba por venir. Afirmaban lo siguiente: "Parece que después de años de estabilidad, el Virus de la Gripe Porcina de América del Norte se halla en una fase de rápida evolución y cada año produce nuevas variantes". Achacaban la fulgurante mutación de los virus a dos causas: el hacinamiento en criaderos insalubres de un número cada vez mayor de cerdos; y la práctica de vacunar a las hembras ya que la vacuna actúa seleccionando nuevos virus mutantes. Esos dos factores, avisaban los expertos, "aumentan la probabilidad de que emerja un nuevo virus transmisible entre humanos". Luego, el virus se disemina de modo imparable. En ese mismo artículo, el Dr. Christopher Olsen, virólogo molecular en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Wisconsin, en Madison, hasta se atrevió a profetizar: "Ahora debemos buscar en México, la granja en donde va a aparecer la próxima pandemia". Aunque la OMS, en sus últimos comunicados, no haya confirmado que el brote tuvo ahí su origen, todo indica que esa granja se ha localizado. Y que el infierno de la actual epidemia empezó en La Gloria. A escasa distancia de los criaderos de cerdos de la empresa Smithfield, una de las mayores empresas agroalimentarias del planeta y el número uno mundial de la carne de cerdo. Su sede se encuentra en la ciudad de Smithfield, Virginia; y posee filiales en nueve países a través del mundo. En España, Smithfield Foods controla el 24% del capital de Campofrío, líder español de la producción de carne de cerdo. Campofrío se fusionó, en junio de 2008, con la filial europea Smithfield Holdings del gigante norteamericano para formar una nueva empresa Group Campofrío. Con una cifra de negocios de casi 12.000 millones de dólares, Smithfield Foods es la tercera compañía estadounidense más poderosa en la producción de alimentos, después de Archer Daniels Midland y de Tyson Foods. En 2008, ocupó el lugar número 222 entre las 500 firmas más importantes del mundo, según la revista Fortune. Pero esta compañía, que abastece a las cadenas de comida rápida McDonald's y Subway, ha sido frecuentemente acusada de contaminar agua, suelo y aire, y de no respetar los derechos de sus trabajadores, en su informe de 2005, Sangre, Sudor y Miedo. Los abusos a los Derechos de los trabajadores en las plantas cárnicas y avícolas de Estados Unidos, fueron denunciadas duramente por la organización no gubernamental Human Rights Watch. Siendo multada, en 1997, con 12.300.000 dólares, por violar la Ley de Aguas Potables. Para evitar esas acusaciones, Smithfield Foods trasladó parte de sus criaderos a países como México, Rumanía y Polonia, en los que las leyes en favor del medio ambiente son más laxas o inexistentes, y donde algunos políticos están más dispuestos a dejarse corromper. Mediante su filial Granjas Carroll, Smithfield se instaló en la remota zona rural mexicana de La Gloria en 1994, aprovechando el Acuerdo de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (ALCA), y donde, gracias a la complicidad de políticos locales, no tiene que preocuparse de ser acusado de violar ley alguna sobre el medio ambiente. En el interior de barracas con ventilación deficiente e iluminación constante para estimular su crecimiento, los cochinos viven encerrados en jaulas que impiden su movimiento. Son engordados hasta alcanzar unos 120 kilos. Los criaderos son verdaderas ciudades de cerdos, rodeadas de mares de excrementos y bazofias. La contaminación provocada y su impacto en la salud de los habitantes vecinos, así como las lagunas en que depositan los desechos animales propiciaron, a partir de 2004, el surgimiento de un movimiento ecologista de protesta. Granjas Carroll respondió reprimiéndolo. Muchos vecinos de La Gloria y de una decena de comunidades que viven desde hace años con esa hediondez y respiran día y noche una peste infernal, se unieron para protestar en contra de la expansión de la transnacional. Organizaron asambleas y marchas. La empresa los demandó por difamación. Varios activistas fueron reprimidos y procesados, otros detenidos y obligados a pagar una fianza para salir de prisión. Un corresponsal del diario La Jornada, Andrés Timoteo, se desplazó al poblado para describir el ambiente en el que viven los habitantes: "Nubes de moscas emanan de las lagunas de oxidación donde la empresa Granjas Carroll vierte los desechos fecales de sus granjas porcícolas; y la contaminación a cielo abierto ya generó una epidemia de infecciones respiratorias. El vector epidémico serían las nubes de moscas que despiden las granjas porcícolas y las lagunas de oxidación donde la empresa “Mexicana-Estadounidense” arroja toneladas de estiércol". Los habitantes atribuyen la aparición de infecciones, a esa polución y, al envenenamiento de las aguas y de la atmósfera. Otro reportero, Jorge Morales Vázquez, contó en Milenio, cómo los pobladores llevan años protestando contra la expansión indiscriminada de la empresa porcícola y cómo han sufrido persecución policíaca, represión y amenazas. A su vez, durante su recorrido, el periodista constató "el fétido olor proveniente de las granjas de cerdos que se respira durante todo el día en la pequeña comunidad de apenas tres mil habitantes, así como la existencia de enjambres de moscas que infestan los domicilios de las familias". Verificó asimismo la proximidad de las "lagunas de oxidación" en las que se somete a un proceso de descomposición aéreo los desechos fecales de los cerdos -que se convierten en gas metano-, responsables del nauseabundo hedor que inunda la zona. El reportero transmitió que se sospecha, además, que haya problemas de filtración a las capas freáticas. Y pudo observar los llamados "biodigestores", fosas cubiertas con una puerta de metal, en donde se arrojan los cadáveres de cerdos enfermos o muertos por peleas en las pocilgas. "En esos agujeros cavados en el suelo, relató, los cadáveres se descomponen, lo que representa una fuente más de contaminación y proliferación de moscas del tamaño de una abeja que llaman muerteras , las cuales, empujadas por el viento, viajan en enjambres hasta La Gloria e invaden los domicilios". Muchas familias declaran haber sido afectadas por frecuentes dolores de cabeza, enfermedades gastrointestinales y de las vías respiratorias, y han desarrollado diarreas, tos, infecciones de garganta, vómitos y fiebre. En este lugar, presumiblemente, el virus A (H1N1) saltó de los cerdos a los humanos en algún momento entre noviembre del 2008 y enero del 2009. Y pudo haber comenzado a infectar a grandes cantidades de personas a partir de principios de marzo del 2009. Las autoridades federales no difundieron públicamente la información. Pero, a finales del año pasado y principios del 2009, el número de enfermos fue tan insólito que varios organismos internacionales de salud empezaron a preocuparse por lo que estaba ocurriendo en La Gloria. De tal modo que el pasado 6 de abril -o sea 18 días antes de que el Gobierno Mexicano alertara a la OMS de la aparición de un nuevo virus de gripe humana-, la web de Biosurveillance, que pertenece a Veratect, Centro del Gobierno Estadounidense encargado de la información epidemiológica, transmitió que, en La Gloria, se estaban produciendo una serie de extraños casos de "infecciones respiratorias parecidas a la bronquitis neumónica, con fiebre y fuerte tos" y que "el 60% de los habitantes" padecía de una nueva y atípica enfermedad. Es probable que el Ejecutivo Azteca supo pronto que un foco infeccioso grave de una gripe desconocida se había producido en el valle de Perote y que, sin que los tratamientos habituales pudieran impedirlo, el mal se estaba difundiendo rápidamente a través del país. Pero no dio la alerta. Ni movilizó seriamente a sus servicios de salud y a sus investigadores científicos. Tampoco informó, en ese momento, a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de la gravedad de una situación que se le estaba yendo de las manos. ¿Por qué actuó de ese modo el Gobierno Mexicano? Según algunos analistas locales, esa "discreción" se puede explicar porque, cuando surgieron los primeros casos, se acercaban las vacaciones de Semana Santa. Periodo crucial, en tiempos de recesión, para la industria turística del país. Pero todo indica que la causa principal de semejante silencio fue diplomática. Se trataba de evitar a toda costa que, por razones de seguridad sanitaria, se pospusiese la visita oficial de Barack Obama, prevista para los días 16 y 17 de abril, segunda salida al extranjero del Presidente estadounidense tras su estancia en Canadá en febrero pasado. Para el Presidente Felipe Calderón, cuya elección en julio de 2006 fue muy controvertida, la visita del mandatario estadounidense era una consagración definitiva. Nada -ni siquiera la amenaza de un nuevo virus devastador- debía retrasarla. Prueba de lo avanzada que estaba ya por esas fechas la epidemia es que ya había llegado al propio entorno de Felipe Calderón. El arqueólogo Felipe Solís, quien recibió -con Felipe Calderón- en el Museo Nacional de Antropología de México al Presidente de Estados Unidos, estaba contaminado y murió seis días después de la visita del mandatario estadounidense. Un asesor del secretario estadounidense de Energía, Steven Chu, que había ido a México para preparar el viaje del Presidente Obama, se contagió también con la nueva enfermedad. El portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, reconoció que la esposa, el hijo y hasta el sobrino del funcionario también presentaron síntomas de la nueva gripe. Ante la magnitud que tomaba la pandemia, los servicios mexicanos de salud decidieron por fin actuar enviando muestras médicas tomadas de algunos enfermos de La Gloria a laboratorios de Estados Unidos y Canadá. Fue el Laboratorio Nacional de Microbiología de la Agencia de Salud Pública de Canadá, en Winnipeg, el que detectó el nuevo virus que contiene elementos de la gripe aviar, de la porcina y de la humana juntos, el 23 de abril, al analizar una muestra tomada en un niño de cinco años que se había enfermado en marzo pasado. Ese niño, hoy ya curado, identificado como el primer ser humano –“el paciente cero”- infectado por la virulenta cepa de la nueva gripe porcina, se llama Édgar Hernández y su historia, narrada por el New York Times, lo ha hecho famoso en el mundo entero. Édgar ha contado los severos síntomas que sufrió cuando todo empezó en La Gloria el 9 de marzo pasado: su cabeza le ardía, tosía, le dolía la barriga, la garganta y no tenía ganas de comer. Según la revista Science, en su artículo difundido el pasado 11 de mayo, se estimaba que al 24 de abril, fecha en que México hizo pública la pandemia, ya presumiblemente había en ese país entre 6.000 y 32.000 casos de gripe porcina, o sea muchos más que los confirmados por los laboratorios.
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